El programa secreto, paralelo al Plan Colombia, fue aprobado por Bush y continua bajo Obama
Autora: Dana Priest, The Washington Post
Acción encubierta en Colombia
Inteligencia y kits de bombas GPS de Estados Unidos ayudan a la nación latinoamericana a paralizar a las fuerzas rebeldes
Las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de 50 años de
antigüedad y en su día considerada la insurgencia mejor financiada del
mundo, se encuentra en su estado más reducido y vulnerable en décadas,
debido en parte a un programa de acción encubierta de la CIA que ha
ayudado al Ejército colombiano a matar al menos a dos docenas de líderes
rebeldes, de acuerdo con entrevistas realizadas a más de 30
funcionarios retirados y en ejercicio de Estados Unidos y de Colombia.
La
ayuda secreta, que también incluye ayuda en espionaje electrónico y
escuchas por parte de la Agencia de Seguridad Nacional, se sostiene
gracias a un presupuesto secreto de varios miles de millones de dólars.
No es parte del paquete público de 9 mil millones de dólares
fundamentalmente en ayuda militar denominado Plan Colombia, que comenzó
en 2000.
El
programa de la CIA desclasificado previamente, fue autorizado por el
presidente George W.Bush a comienzos de los años 2000 y ha sido
continuado bajo el presidente Obama, de acuerdo con funcionarios
militares, de inteligencia y diplomáticos. La mayoría de los
entrevistados declararon bajo anonimato debido a que el programa es
secreto y continúa en marcha.
El
programa encubierto en Colombia proporciona dos servicios esenciales a
la batalla de esta nación contra las FARC y un grupo insurgente de menor
tamaño, el Ejército de Liberación Nacional (ELN): inteligencia en
tiempo real que permite a las fuerzas militares de Colombia cazar a los
cabecillas de las FARC individualmente y, desde 2006, una herramienta
particularmente efectiva para matarlos.
El
arma es un kit de guiado por GPS que transforma una bomba de gravedad
de 500 libras muy poco precisa en una bomba inteligente de alta
precisión. Las bombas inteligentes, también denominadas munición guiada
de precisión o PGMs, son capaces de matar a un individuo en una selva
triplemente frondosa si su localización exacta puede determinarse y se
programan las coordenadas geográficas en el pequeño cerebro
computerizado de la bomba.
En
marzo de 2008, de acuerdo con nueve funcionarios estadounidenses y
colombianos, la Fuerza Aérea Colombiana, con la aprobación tácita de
Estados Unidos, lanzó bombas inteligentes de fabricación estadounidense a
través de la frontera de Ecuador para matar al alto dirigente de las
FARC, Raúl Reyes. El rol indirecto de Estados Unidos en ese ataque no ha
sido previamente desclasificado.
El
programa de acción encubierta en Colombia es uno más dentro de un
puñado de iniciativas de inteligencia que han escapado del conocimiento
público desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. La mayor parte
de estos otros programas, pequeños pero crecientes, se localizan en
países donde los violentos cárteles de la droga han causado
inestabilidad.
Encabezando
la lista se encuentra México, donde la ayuda de inteligencia de Estados
Unidos es mayor que en ningún otro lugar aparte de Afganistán, tal como
el Washington Post reportó en abril. También incluye Centroamérica y
África Occidental, a donde se han desplazado las rutas del tráfico como
consecuencia de la presión estadounidense contra los cárteles en los
demás lugares.
Cuando
se le pidió un comentario sobre la ayuda de inteligencia
estadounidense, el presidente Juan Manuel Santos declaró al Post durante
un reciente viaje a Washington que no deseaba hablar de ello en
detalle, por resultar un tema sensible. "Ha sido de ayuda", afirmó.
"Parte de la experiencia y de la eficiencia de nuestras operaciones y
nuestras operaciones especiales han sido el producto de un mejor
entrenamiento y conocimiento que hemos adquirido de muchos países, entre
ellos los Estados Unidos".
Un portavoz de la CIA no quiso hacer declaraciones.
Colombia
y las FARC han sostenido negociaciones de paz durante un año en La
Habana. Hasta el momento han acordado los marcos para la reforma
agraria, el desarrollo rural y para permitir a los insurgentes
participar en el proceso político una vez finalice la guerra. Ambas
partes se encuentran discutiendo actualmente un nuevo enfoque de la
lucha contra el narcotráfico.
Al borde del colapso
Hoy,
una comparación entre Colombia, con su dinámica economía y el estiloso
ámbito social de Bogotá, y Afganistán podría parecer absurda. Pero hace
poco más de una década Colombia tenía la tasa de homicidios más alta del
mundo. Los bombardeos aleatorios y fuertes operaciones militares
invadían la vida cotidiana. Unas 3.000 personas fueron secuestradas en
un año. Los profesores, defensores de derechos humanos y los periodistas
sospechosos de simpatizar con las FARC aparecían muertos
cotidianamente.
La
mezcla explosiva de las FARC, los cárteles, los paramilitares y unas
fuerzas de seguridad corruptas creaban un hervidero de violencia sin
precedentes en la América Latina contemporánea. Casi un cuarto de millón
de personas han muerto durante la larga guerra, y muchos miles han
desaparecido.
Las
FARC fueron fundadas en 1964 como un movimiento campesino marxista en
busca de tierra y justicia para los pobres. para 1998, el presidente de
Colombia en aquel entonces, Andrés Pastrana, concedió a las FARC una
zona desmilitarizada del tamaño de Suiza para animar las negociaciones
de paz, pero sus violentos ataques no hicieron sino aumentar, así como
sus vínculos con el narcotráfico.
Para
el año 2000, una envalentonada insurgencia de 18.000 efectivos apuntó
hacia los líderes políticos. Asesinó a representantes electos. Secuestró
a una candidata presidencial e intentó asesinar a un favorito a las
presidenciales, el intransigente Álvaro Uribe, a cuyo padre las FARC
habían asesinado en 1983.
Temiendo
que Colombia se convirtiera en un estado fallido con un peso todavía
mayor en el tráfico de drogas dentro de Estados Unidos, la
administración Bush y el Congreso incrementaron la ayuda a los militares
colombianos a través del Plan Colombia.
Para
2003, la implicación de Estados Unidos en Colombia abarcaba a 40
agencias y 4.500 personas, incluyendo contratistas, todos trabajando
para la Embajada estadounidense en Bogotá, en aquel momento la mayor
embajada de Estados Unidos en el mundo. Siguió siéndolo hasta 2004,
cuando fue superada por Afganistán.
"No
hay ningún país, incluido Afganistán, en el que tuviéramos más
actividad", declaró William Wood, quien fuera embajador en Colombia de
2003 a 2007 antes de ocupar el mismo cargo en el Afganistán destrozado
por la guerra durante dos años.
Cuando
Bush se convirtió en presidente, ya había en los registros dos fallos
presidenciales autorizando acciones encubiertas por todo el mundo. Uno
autorizaba operaciones de la CIA contra organizaciones terroristas
internacionales. La otra, firmada a mediados de los años 80 por el
presidente Ronald Reagan, autorizaba la acción contra narcotraficantes
internacionales.
Se
requiere una autorización presidencial para que la CIA pueda hacer
cualquier cosa además de recopilar y analizar información de
inteligencia en el exterior. Proporcionar equipamiento de espionaje a un
socio, apoyar a partidos políticos extranjeros, sembrar propaganda y
participar en operaciones o entrenamientos letales son todas acciones
que requieren una autorización y una notificación a los comités de
inteligencia del Congreso.
La
autorización antinarcóticos había permitido a la CIA y a una unidad
técnica del clandestino Comando de Operaciones Especiales Conjuntas
(JSOC) proporcionar apoyo a la caza que duró años contra el señor de las
drogas colombiano Pablo Escobar, de cuyo asesinato por las fuerzas
colombianas se cumplen 20 años este mes. También hizo posible
operaciones apoyadas por la CIA contra traficantes y terroristas en
Bolivia y Perú hace años.
Bajo
el programa colombiano, la CIA no tiene autorización para participar
directamente en las operaciones. Las mismas restricciones aplican para
la participación militar en el Plan Colombia. Tal actividad ha sido
constreñida por los miembros del Congreso que vivieron el escándalo del
rol secreto de Estados Unidos en las guerras centroamericanas en los
años 80. El Congreso rechazó autorizar que la participación militar de
Estados Unidos en Colombia escalara como lo hizo en Nicaragua, El
Salvador, Honduras y Panamá.
Las FARC calculan mal
El
nuevo golpe encubierto contra las FARC comenzó de forma no oficial el
13 de febrero de 2003. Aquel día un Cessna 208 con un solo motor se
estrelló en la selva dominada por los rebeldes. Los guerrilleros en la
zona ejecutaron al oficial colombiano a bordo y a uno de los cuatro
contratistas estadounidenses que estaban trabajando en la erradicación
de coca. Los otros tres fueron tomados como rehenes.
Estados
Unidos ya había declarado a las FARC como organización terrorista por
sus asesinatos indiscriminados y el narcotráfico. Aunque la CIA tenía
las manos ocupadas en Iraq y Afganistán, Bush "presionó a [l director de
la CIA George] Tenet" para ayudar a encontrar a los tres rehenes, según
un ex oficial superior de inteligencia que tomó parte en las
discusiones.
La
designación de las FARC como terrorista hizo que fuera más fácil
encontrar un presupuesto negro. "Conseguimos dinero de muchos botes
diferentes", declaró un alto diplomático.
Uno
de los oficiales de la CIA que Tenet envió a Bogotá era un agente de
unos cuarenta años cuyo nombre el Washington Post se reserva porque
permanece encubierto. Él creó la Célula de Fusión de Inteligencia de la
Embajada de Estados Unidos, apodada "el Bunker".
Era
una habitación estrecha, de 30 por 30 pies con techo bajo y tres
hileras de computadoras. Ocho personas se sentaban en cada fila de
consolas. Unos peinaban mapas satelitales de la selva; otros buscaban
lugares ocultos de las FARC en el subsuelo. Algunos hacían seguimiento a
imágenes del movimiento de vehículos marcados con dispositivos de
rastreo. Las interceptaciones de voz de comunicaciones de radio y
teléfonos celulares eran desencriptadas y traducidas por la Agencia de
Seguridad Nacional.
Los
analistas del Bunker fusionaban las pistas de los informantes con
información obtenida a partir de medios técnicos. Los analistas buscaban
vincular a individuos con el flujo de la insurgencia de drogas, armas y
dinero. Ya que la mayor parte, dejaban solo los violentos grupos
paramilitares.
Los
expertos técnicos y los contratistas del Bunker construyeron para los
colombianos su propio sistema informático de inteligencia de alcance
nacional. También ayudaron posteriormente a crear centros de fusión
regionales para llevar la inteligencia táctica a los comandantes. La
agencia también pagó el mecanismo de comunicaciones encriptadas.
"Teníamos
mucho interés en pillar a las FARC, y no era tanto cuestión de
capacidad como de inteligencia", afirmó Wood, "específicamente la
habilidad de localizarlos en la franja horaria de una operación".
Fuera
del Bunker, agentes asignados de la CIA y contratistas enseñaron el
arte de reclutar informantes a unidades colombianas que habían sido
investigadas y a las que se había sometido al polígrafo. Entregaron
dinero a personas con información sobre los rehenes.
Mientras
tanto, la otra agencia secreta estadounidense que había estado en la
primera línea en la localización y asesinato de miembros de al-Qaeda
apareció en escena. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones
periódicas de entrenamiento anual y misiones de reconocimiento con
pequeñas unidades para intentar encontrar a los rehenes.
A
pesar de todo el esfuerzo, la localización de los rehenes resultó ser
escurridiza. Buscando otra cosa que hacer con el nuevo equipamiento y
personal de inteligencia, el jefe del Bunker y su agregado militar del
Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos asignaron a sus
hombres una segunda misión: convertir en objetivo a la dirigencia de las
FARC. Esto era exactamente lo que la CIA y el JSOC habían estado
haciendo contra al-Qaeda al otro lado del mundo. La metodología era
familiar.
"Hubo
polinización cruzada en ambas direcciones", declaró un alto oficial con
acceso al Bunker en aquel momento. "No necesitábamos inventar la
rueda".
Una petición del presidente de Colombia
Localizar
a los dirigentes de las FARC resultó ser más sencillo que capturarlos o
matarlos. Unas 60 veces las fuerzas colombianas habían obtenido o se
les había entregado información confiable pero fallaron en capturar o
matar a algún alto dirigente, de acuerdo con las declaraciones de dos
oficiales estadounidenses y un alto oficial colombiano en retiro. Era
siempre la misma historia. Helicópteros Black Hawk proporcionados por
Estados Unidos transportaban tropas colombianas dentro de la selva a
unos seis kilómetros de un campamento. Los hombres se adentraban en el
denso follaje pero los campamentos estaban siempre vacíos para cuando
ellos llegaban. Luego supieron que las FARC tenían un sistema de alerta
temprana: anillos de seguridad a varios kilómetros de los campamentos.
Para
2006, el deprimente record llamó la atención del recién llegado jefe de
misión de la Fuerza Aérea estadounidense. El coronel estaba perplejo.
¿Por qué el tercer receptor en ayuda militar de Estados Unidos [detrás
de Egipto e Israel] había hecho tan pocos progresos?
"Estoy
pensando: ¿con qué matamos a las FARC?", dijo en una entrevista el
coronel, quien declaró bajo la condición de anonimato.
El
coronel, un experto en aviones de carga, afirmó que "empezó a buscar en
Google bombas y bombarderos" buscando ideas. Eventualmente llegaron al
Paveway II Mejorado, un kit de guiado relativamente barato que se podía
atar con correas a una bomba de gravedad Mark-82 de 500 libras.
El
coronel aseguró que le habló al entonces ministro de Defensa Santos
sobre su idea y escribió un informe de una página para que se lo
entregara a Uribe. Santos llevó la idea al Secretario de Defensa
estadounidense Donald Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en
la Casa Blanca. Mencionó el reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en
Iraq, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16 había lanzado dos bombas
inteligentes de 500 libras al interior de su escondite y lo habían
matado. Uribe presionó para obtener la misma capacidad.
"Claramente
esto era muy importante" para Uribe, afirmó el General retirado de la
Fuerza Aérea Michael V.Hayden, quien había pasado a ser director de la
CIA unos meses antes.
Primero,
estaba el asunto de montar bombar pequeñas en una aeronave colombiana.
Colombia no tenía F-16. Raytheon, el fabricante del kit, envió
ingenieros para encontrar la forma de montar el equipo en un avión.
Primero intentaron montarlo en un Embraer A-29 Super Tucano de
fabricación brasileña, una aeronave turbopropulsada diseñada para
misiones de contrainsurgencia de baja altura. Pero para fijar el cable
que iba del cerebro computerizado de la bomba a la cabina de mando había
que taladrar demasiado cerca del depósito de combustible. En lugar de
eso, lo montaron de cualquier forma en un Cessna A-37 Dragonfly más
antiguo, una aeronave de ataque ligera que se desarrolló por la fuerza
aérea de Operaciones Especiales para Vietnam y posteriormente se utilizó
en la guerra civil salvadoreña.
Entonces
los ingenieros y los pilotos colombianos probaron el primero de tres
PGMs en un campo aéreo remoto cerca de la frontera venezolana. El
objetivo era de 2 por 4 y estaba clavado en el suelo. El avión lanzó la
bomba desde una altura de 20.000 pies. "Aterrizó a un pie de distancia",
dijo el coronel. El resultado fue tan bueno, que pensó: "¿Por qué
malgastar dos kits más?". Las bombas inteligentes estaban listas para
ser utilizadas.
Pero
los abogados de la Casa Blanca, junto con sus colegas de la CIA y de
los departamentos de Justicia, Defensa y Estado, tenían sus propias
preguntas que hacer. Una cosa era usar un PGM para derrotar a un enemigo
en el campo de batalla -la fuerza aérea estadounidense llevaba años
haciéndolo-. Pero otra cosa era usarlo para alcanzar a un lider
individual de las FARC. ¿Constituiría eso un asesinato, prohibido por la
legislación de Estados Unidos? Y, "¿Podríamos ser acusados de
participar en asesinato, incluso si no lo hacíamos nosotros?", dijo un
abogado implicado.
La
Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca y otros decidieron
finalmente que el mismo análisis legal que habían aplicado a al-Qaeda
podía aplicarse a las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería
asesinato porque la organización suponía una amenaza para Colombia.
Además, no se podía esperar que ningún comandante de las FARC se
rindiera.
Y,
como organización narcotraficante, el estatus de las FARC como una
amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos había sido fijado
anteriormente, con la autorización antidrogas de Reagan. Para ese
tiempo, la epidemia del crack estaba en su punto álgido, y el Gobierno
decidió que las organizaciones que llevaban drogas a las calles de
Estados Unidos eran una amenaza para la seguridad nacional.
Existía
otra preocupación. Algunos altos oficiales estaban preocupados porque
las fuerzas colombianas podrían utilizar los PGMs para asesinar a
quienes consideraban enemigos políticos. "Las preocupaciones eran
grandes, dados sus problemas de derechos humanos", declaró un ex alto
oficial del Ejército.
Para
asegurarse de que los colombianos no darían mal uso a las bombas, los
oficiales de Estados Unidos idearon una solución innovadora. La CIA
mantendría el control sobre la clave de encriptación insertada en la
bomba, que descodificaba las comunicaciones con los satélites GPS de
forma que pudieran ser leídos por las computadoras de la bomba. La bomba
no podía alcanzar su objetivo sin la clave. Los colombianos tendrían
que solicitar aprobación para algunos objetivos, y si daban mal uso a
las bombas, la CIA podía denegar la recepción de GPS para uso futuro.
"Queríamos un mecanismo de refrendación", declaró un alto oficial que participó en las deliberaciones.
Para
cortar la cinta roja inicial, los primeros 20 kits de bombas
inteligentes -sin las llaves de encriptación- llegaron a través de la
CIA. La cuenta fue por menos de 1 millón de dólares. Después de eso, a
Colombia se le permitió adquirirlos a través del Programa Exterior de
Ventas Militares.
Ayudar a Colombia secretamente contra los insurgentes
Bomba | Dirección | |
Aire Foil |
|
Anatomía de las Operaciones Aéreas en Colombia
Primer golpe: En
una misión normal, varias Cessna A-37 Dragonflys (avión de ataque
ligero desarrollado primero por las Operaciones Especiales de EEUU para
Vietnam), vuelan a 20.000 pies cargados de bombas inteligentes. Ellas
pueden ser lanzadas una vez los aviones están dentro de tres millas del
objetivo. Las bombas comunican con satélites GPS para siempre saber
dónde están y para golpear el objetivo. |
Bombardeo:
Varios Embraer A-29 Super Tucanos, hechos en Brasil, un avión con
turbohélice que vuela a una altura mucho menor, siguen los A-37. Ellos
botan bombas de gravedad convencionales en un patrón cerca a las bombas
inteligentes para aplanar la selva y matar otros insurgentes en el
campamento de las FARC. |
Helicópteros de combate:
Helicópteros de combate AC-47, de la era del Vietnam, que vuelan a poca
altura y que son apodados “puff el dragón mágico” ametrallan el área
con ametralladoras, disparando a los obrevivientes, según uno de los
oficiales que describen el escenario. |
Tropas en tierra:
Finalmente, si el campamento se encuentra en la profundidad de la
selva, las tropas del ejército colombiano son normalmente llevadas en
helicópteros Black Hawk para transporte de tropas, proporcionados por
EEUU. Las tropas recogen los restos del líder de las FARC si es posible,
arrestan sobrevivientes y recogen equipos electrónicos como celulares y
computadores que podrían dar información valiosa sobre operaciones de
las FARC.] |
Un primer golpe
Tomás
Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, el jefe
narcotraficante de las FARC y comandante del Frente 16, fue el primer
hombre que la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados
Unidos puso en la cola para un ataque con PGM.
Sobre las
4:30am del 1 de septiembre de 2007, pilotos con gafas de visión nocturna
soltaron varias bombas inteligentes Enhanced Paveway II sobre su
campamento en el oriente colombiano mientras oficiales en ambas
capitales esperaban. Las tropas sólo pudieron recuperar una pierna.
Parecía por su complexión oscura pertenecer a Acacio, uno de los pocos
líderes negros de las FARC. Los tests de ADN confirmaron su muerte.
"Hubo gran
excitación", recuerda William Scoggins, jefe del programa antinarcóticos
del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. "No sabíamos qué
impacto tendría, pero pensamos que esto era un factor que cambiaba el
juego".
Seis semanas
después, bombas inteligentes mataron a Gustavo Rueda Díaz, alias Martín
Caballero, líder del Frente 37, mientras hablaba por su teléfono
celular. Las muertes de Acacio y Caballero causaron el derrumbe de los
frentes 16 y 37. También desencadenaron deserciones masivas, según un
cable secreto del Departmento de Estado fechado el 6 de marzo de 2008 y
hecho público por el grupo anti-secretismo Wikileaks en 2010. Este era
justo el comienzo de la desintegración de las FARC.
Para ocultar
el uso de los PGMs al conocimiento del público, y para asegurar el
máximo daño al campamento de los líderes de las FARC, la fuerza aérea y
los asesores de Estados Unidos desarrollaron nuevas tácticas de ataques
aéreos. En una misión típica, varios Dragonfys A-37 volando a 20.000
pies de altura llevaban bombas inteligentes. Tan pronto como los aviones
entraban en una "cesta" a tres millas del objetivo, el software GPS de
una bomba se activaba automáticamente.
Los Dragonflys
eran seguidos por varios Super Tucanos A-29, volando mucho más bajo.
Ellos lanzaban una serie de bombas tontas en un patrón cercano. Su
presión de explosión mataría a cualquiera que se encontrara cerca y
además despejaría la densa selva y ocultaría el uso de bombas
inteligentes.
Luego, volando
bajo, helicópteros artillados AC-47 de la era de Vietnam, apodadas Puff
the Magic Dragon, ametrallaban la zona con ametralladoras fijas,
"disparando a los heridos que trataran de ponerse a cubierto", según uno
de los varios oficiales del ejército que describieron el mismo
escenario.
Sólo entonces
llegaban las fuerzas de infantería colombianas para hacer prisioneros, y
recoger a los muertos, así como teléfonos celulares, computadores y
discos duros. La CIA también pasó tres años entrenando a los equipos de
apoyo aéreo colombianos en el uso de lasers para guiar clandestinamente a
los pilotos y a las bombas inteligentes guiadas por laser a sus
objetivos.
Casi todas las
operaciones dependían en gran medida de las interceptaciones de señales
de la Agencia de Seguridad Nacional, que alimentaban con inteligencia a
las tropas en el terreno o a los pilotos antes y durante una operación.
"Las interceptaciones.... eran un factor que cambiaba el juego", afirmó
Scoggins, del Comando Sur de Estados Unidos.
La naturaleza
ininterrumpida del trabajo de la NSA fue recogido en un cable secreto
del Departamento de Estado publicado por Wikileaks. En la primavera de
2009, el objetivo era el traficante de droga Daniel Rendón Herrera,
conocido como Don Mario, entonces el hombre más buscado de Colombia y
responsable de 3.000 asesinatos en 18 meses.
"Durante siete
días, utilizando inteligencia humana y de señales", activos de la NSA
"trabajaron día y noche" para reposicionar a 250 comandos
aerotransportados entrenados y equipados por Estados Unidos cerca de
Herrera mientras intentaba escapar, según un cable de abril de 2009 y un
alto representante del Gobierno que confirmaron el rol de la NSA en la
misión.
La CIA también
entrenó a los interrogadores colombianos para preguntar con mayor
efectividad a miles de desertores de las FARC, sin el uso de las
técnicas "mejoradas de interrogatorio" aprobadas para al-Qaeda y luego
rechazadas como abusivas por el Congreso. La agencia creó asimismo bases
de datos para hacer seguimiento de informes de forma que se pudieran
hacer búsquedas y referencias cruzadas para construir una imagen más
completa de la organización.
El gobierno
colombiano pagaba a los desertores y les permitía reintegrarse a la
sociedad civil. Algunos, a cambio, ofrecieron valiosa información sobre
la cadena de mando de las FARC, rutas de viaje estandar, campamentos,
línea de suministros, fuentes de droga y dinero. Ayudaron a explicar las
interceptaciones de voz de la NSA, que habitualmente utilizaban
palabras clave. Los desertores también se utilizaron en ocasiones para
infiltrar los campamentos de las FARC sembrando aparatos de escucha o
balizas que emitían una coordenada GPS para las bombas inteligentes.
"Aprendimos de
la CIA", afirmó un alto oficial de la seguridad nacional colombiana
sobre el programa de informes. "Anteriormente no le prestábamos mucha
atención a los detalles".
Ecuador y los rehenes no olvidados
En febrero de
2008, el equipo estadounidense-colombiano consiguió su primer
avistamiento de los tres rehenes estadounidenses. Tras una espera de
cinco años, la reacción fue rápida en el cuartel general del Comando de
Operaciones Especiales de Estados Unidos en Tampa, que empezó a enviar
comandos del JSOC, declaró un alto oficial de Estados Unidos que se
encontraba en Colombia cuando arribaron.
El equipo del
JSOC estaba encabezado por un comandante del Equipo Seis de las fuerzas
de operaciones especiales de la Marina. Pequeñas unidades establecieron
tres áreas de operaciones cerca de los rehenes y llevaron a cabo
reconocimiento de largo alcance, afirmó el alto oficial. La NSA aumentó
su vigilancia. Todos los ojos estaban puestos en la remota localización
de la selva. Pero al tiempo que las preparaciones preliminares se
desarrollaban, las operaciones se calentaban en otro lugar.
Justo al otro
lado del río Putumayo, una milla dentro de Ecuador, la inteligencia
estadounidense y un informante colombiano confirmaron el escondite de
Luis Edgar Devia Silva, también conocido como Raúl Reyes y considerado
el número 2 en el secretariado de las FARC integrado por siete
miembros.
Era un
descubrimiento delicado para Colombia y Estados Unidos. Llevar a cabo un
ataque aéreo significaba que un piloto colombiano a bordo de un avión
colombiano impactara el campamento utilizando una bomba fabricada en
Estados Unidos con un cerebro controlado por la CIA.
El coronel de
la Fuerza Aérea tenía un sucinto mensaje para el comandante de
operaciones aéreas colombiano a cargo de la misión. "Le dije: Mira,
todos sabemos dónde está este tipo. Simplemente no la embarres".
Los abogados
de seguridad nacional de Estados Unidos vieron la operación como un acto
de defensa propia. A raíz del 11-S habían elaborado una nueva
interpretación del uso de la fuerza permisible contra actores no
estatales como al-Qaeda y las FARC. Era así: Si un grupo terrorista era
controlado desde un país que no podía o no quería detenerlo, entonces el
país atacado -en este caso, Colombia- tenía el derecho de defenderse
utilizando la fuerza, incluso si eso suponía adentrarse en otro país
soberano.
Esta era la
justificación legal para los ataques con drones de la CIA y otras
operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y mucho después, para el
asalto en Pakistán que mató a Osama bin Laden.
De esta forma,
minutos después de la medianoche del 1 de marzo, tres Dragonflys A-37
despegaron de Colombia, seguidos por cinco Super Tucanos. El sistema de
guiado de las bombas inteligentes se activó una vez que los aviones
alcanzaron el radio de tres millas de la localización de Reyes.
Como
se les había ordenado, los pilotos colombianos permanecieron en el
espacio aéreo colombiano. Las bombas impactaron donde se había
programado, destruyendo el campamento y matando a Reyes, quien, de
acuerdo a los informes de los noticieros colombianos, estaba durmiendo
en pijama.
Las
fuerzas colombianas se apresuraron a cruzar la frontera y se adentraron
en Ecuador para recolectar los restos de Reyes y se alzaron asimismo
con un gran tesoro oculto de equipos informáticos que resultó ser el más
valioso descubrimiento de inteligencia de las FARC obtenido nunca
antes.
El
bombardeo desencadenó una seria crisis diplomática. El líder venezolano
Hugo Chávez llamó a Colombia "estado terrorista" y desplazó tropas a la
frontera, igual que Ecuador. Nicaragua rompió relaciones. Uribe, bajo
presión, se disculpó ante Ecuador.
La
disculpa, si bien calmó las relaciones en América Latina, enfadó al
pequeño círculo de oficiales estadounidenses que conocían la historia
detrás, uno de ellos dijo: "Recuerdo haber pensado: no puedo creer que
estén diciendo esto", afirmó. "Para ellos era una locura renunciar a una
importante argumentación legal".
Pero
la conmoción no dañó los profundos lazos entre Estados Unidos y las
fuerzas colombianas ni desalentó la misión para rescatar a los rehenes.
De hecho, el número de tropas JSOC continuó aumentando hasta llegar a
más de 1.000, afirmó un alto funcionario en Colombia en aquel entonces.
Los funcionarios pensaron que con seguridad serían avistados, pero no lo
fueron. Un ejercicio militar conjunto de Estados Unidos y Colombia
proporcionó la cobertura suficiente cuando el Comité Internacional de la
Cruz Roja apareció en bases aisladas y tropezó con unos estadounidenses
corpulentos, afirmaron dos funcionarios de Estados Unidos.
Después
de seis semanas de espera para encontrar a los rehenes, casi todas las
tropas del JSOC abandonaron el país para ir a misiones en otros lugares.
Una unidad permaneció. El 2 de julio de 2008, tuvo el papel poco
habitual de suplente en la dramática y bien documentada Operación Jaque,
en la que fuerzas colombianas haciéndose pasar por miembros de un grupo
humanitario engañaron a las FARC para que entregaran a los tres rehenes
de Estados Unidos y otros 12 sin disparar un tiro. El equipo del JSOC y
una flota de aeronaves de Estados Unidos estaban posicionados como Plan
B, en caso de que la operación colombiana saliera mal.
Santos continúa la guerra de bombas inteligentes
Como señal de
confianza, a comienzos de 2010 el Gobierno estadounidense dio a Colombia
el control sobre la clave de encriptación GPS. No había habido informes
de mal uso, fallos o daño colateral de las bombas inteligentes. La
transferencia fue precedida por rápidas negociaciones sobre las normas
de compromiso para el uso de bombas inteligentes. Entre las normas
figura que solamente se lanzarían contra campamenors aislados en la
selva.
El presidente
Santos, que fue ministro de Defensa bajo Uribe, ha aumentado enormemente
el ritmo de las operaciones contra las FARC. Se han asesinado casi tres
veces más dirigentes de las FARC -47 frente a 16- bajo Santos que bajo
Uribe. Entrevistas y análisis de páginas web gubernamentales e informes
de prensa muestran que al menos 23 de los ataques bajo el Gobierno de
Santos fueron operaciones aéreas. Las bombas inteligentes se usaron
solamente contra los más importantes líderes de las FARC, afirmaron
funcionarios colombianos en respuesta a las preguntas. En los demás
casos se utilizaron bombas de gravedad.
Colombia
continúa mejorando sus capacidades aéreas. En 2013, la fuerza aérea
mejoró su flota de bombardeos a reacción Kfir, de fabricación israelí,
equipándolos con bombas guiadas por laser Griffin de fabricación
israelí. También ha montado bombas inteligentes en algunos de sus Super
Tucanos.
Habiendo
diezmado a la máxima dirigencia de las FARC y los comandantes de frente,
el ejército, con la ayuda continuada de la CIA y otras agencias de
inteligencia, parece que se abre camino entre los rangos de nivel medio,
incluyendo a los comandantes de compañía móvil, los cuadros más
curtidos en combate y con más experiencia que quedan. Según funcionarios
colombianos, un tercio de estos últimos han sido muertos o capturados.
La
administración Santos también ha apuntado a las redes de suministro
financiero y de armas que apoyan a las FARC. Algunos críticos piensan
que el Gobierno ha estado demasiado concentrado en matar a los
dirigentes y no lo suficiente en usar al ejército y la policía para
ocupar y controlar el territorio rebelde.
Matar a un
individuo nunca ha sido una medida de éxito en la guerra, dicen los
expertos en contrainsurgencia. Lo que importa es el caos y la disfunción
que causa en la organización matar a la dirigencia. Las operaciones
aéreas contra la dirigencia de las FARC "han puesto la organización
patas arriba", afirma un funcionario del Pentágono que ha estudiado la
historia estadounidense clasificada de la guerra en Colombia.
Algunos han
huido a Venezuela. Un miembro del secretariado se esconde
intermitentemente en Ecuador, según altos funcionarios de Colombia, lo
que rompe el importante lazo psicológico con las tropas en el terreno y
dificulta el reclutamiento.
Por el temor
de ser localizados y bombardeados, las unidades ya no duermen dos días
seguidos en el mismo lugar, por lo que los campamentos deben esparcirse
más. "Saben que el Gobierno tiene ahora tanta información sobre ellos e
inteligencia en tiempo real", declaró Germán Espejo, consejero de
seguridad y defensa de la Embajada colombiana. Preocupados por los
espías en sus filas, son comunes las ejecuciones.
Las FARC
todavía lanzan ataques -un coche bomba en una estación de policía rural
el 7 de diciembre mató a seis oficiales de policía y dos civiles- pero
ya no viajan en grupos grandes, y esto limita a la mayoría de las
unidades a menos de 20. Ya no son capaces de lanzar asaltos a gran
escala, el grupo ha tenido que volver a tácticas de golpear y correr,
utilizando francotiradores y explosivos.
El desgaste de
50 años de vida errante en la selva ha pasado cuentas en el equipo
negociador de las FARC, también. Aquellos que han vivido en el exilio
parecen más dispuestos a continuar la lucha que aquellos que han estado
combatiendo, afirman funcionarios colombianos. Las negociaciones, afirmó
Santos en la entrevista, son resultado de la exitosa campaña militar,
"la guinda en el pastel".
El 15 de
diciembre las FARC declararon que comenzarían un cese al fuego
unilateral de 30 días como señal de buena voluntad durante las fiestas.
La administración Santos despreció el gesto y prometió continuar su
campaña militar. Más tarde ese mismo día, las fuerzas de seguridad
mataron a un guerrillero de las FARC implicado en un ataque con bomba
contra un ex ministro. Tres días después, el Ejército mató a otros
cinco.
Elyssa Pachico y Julie Tate contribuyeron a este reportaje.
Fuente: http://www.washingtonpost.com/sf/investigative/2013/12/21/covert-action-in-colombia/?hpid=z1
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